domingo, 24 de febrero de 2013

DE DOMINGO A DOMINGO



Cada palabra puede contener significados diferentes, e incluso, siendo el mismo significado puede presentar diferentes aplicaciones según las circunstancias. Por instalados podemos significar el deseo de alcanzar un trabajo donde instalarnos y desarrollar de forma estable nuestra profesión o tarea que nos permita sostener nuestras necesidades materiales con cierta seguridad.

Pero, también, puede significar el peligro de sentirnos ya en la meta, e instalarnos cómodamente dejando a un lado cualquier atisbo de inquietud y motivación. En nuestra vida de creyente eso puede representar una grave enfermedad y una muerte prematura. Sí, estaremos vivos, pero de forma vegetativa espiritualmente, y muertos a la vida de la Gracia.

 Decrecemos en lugar de crecer, y eso significa morir. La experiencia del monte Tabor es muy ilustrativa si nos atrevemos a mirarla con seriedad, en silencio y muy atentos. Jesús nos invita a subir para que abramos los ojos y despertemos a la verdadera vida. Nos sorprende hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos y de permanecer perplejos y asombrados a su hermosura, paz y gozo. Tal es nuestro asombro que proponemos hacer una cabaña para Elías, Moisés y Jesús olvidándonos de nosotros, y permanecer eternamente en la contemplación y gozo del Señor.

Pero, inmediatamente, conociendo nuestros pensamientos, Jesús nos invita a continuar, a bajar de nuevo del monte y regresar a pie de montaña, a la vida diaria de cada día. Es ese nuestro camino, nuestra cruz, nuestro tiempo de purificación. ¿Cuantas veces hemos quedado maravillado de encontrarnos con Él en nuestra vida? Y pronto despertamos para darnos cuenta que tenemos, a pesar nuestro, que seguir el camino. Sí, Pedro, Santiago y Juan vivieron esa maravilla de ver a Jesús en su Gloria, y escuchar la Voz del Padre confirmando a su Hijo Jesús como el enviado para nuestra salvación.

Pero nosotros, tenemos también ese testimonio de ellos, y también nuestros personales encuentro. Y experimentamos que siempre es igual. Nuestras vidas son los caminos que debemos recorrer y compartir en la cruz con Jesús hasta que llegue la hora de subir para siempre en el gozo de la contemplación eterna.

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.