(Jn 2, 13-25)
¡ PURIFICAOS!
Dios Santo,
el templo de Jerusalén
era el lugar de tu Presencia,
y ahora por el Bautismo
nos haces templos
del Espíritu Santo.
Purificanos para que los demás
reconozcan tu presencia
en nosotros.
Que seamos piedras vivas
de tu Templo
y no tengamos más interés
que hace tu voluntad.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.